domingo, 14 de septiembre de 2008

Los argentinos, entre borges y maradona. La ideología de la gran ambigüedad



¿Un pueblo con principios o que flota con la marea? Las causas y los efectos de la ideología argentina se eslabonan en el tiempo, en el territorio común; juicios y prejuicios que cubren todo como la niebla, con contrastes que se expresan en cada paso. Para empezar, se desconfía de las instituciones. La corrupción ha dejado marcas como la viruela. “La influencia de los malos gobiernos”, diría Lucio V. Mansilla. El principio fundamental de la Constitución nacional pasó a ser el ¡sálvese quien pueda!, donde conviven la transgresión y la amoralidad con la cultura universal y la sencillez.


Por Gabriel Pandolfo



“La visión del mundo de los argentinos surge de las experiencias, individuales y colectivas, que se viven a través de los años y se transmiten de una generación a otra”, dice Manuel Mora y Araujo, sociólogo y fundador de la consultora homónima. Para Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, “el argentino es ambiguo, complejo y contradictorio. Por un lado, es arrogante y argentino-céntrico, y quizá Maradona sea una expresión de esta cara. La otra puede estar representada por Jorge Luis Borges. Ambas caras conviven y entran en conflicto en la forma como los argentinos construyen y reelaboran su forma de ver el mundo y de pensar”.

Doris Capurro, socióloga, presidente de la Consultora Capurro y de Ibarómetro, no anda con vueltas: “Algunos no piensan. Otros, no ven el mundo. Y una buena parte sólo mira su ombligo y cree que el mundo gira alrededor de nosotros”.

Mora y Araujo define al argentino, como se podría definir a Maradona: “Consumista, poco apegado a cumplir las reglas, individualista, amigable y franco”. Sergio Berenstein, licenciado en Ciencias Políticas, busca referencias y apela a una encuesta de Mora y Araujo y dice que “hay gran diversidad. Un 30% es muy estatista; otro, más socialdemócrata, que quiere que el Estado regule; y otro, más liberal, que cree en las fuerzas del mercado”.


¿Por dónde es? “Surge una importante defensa de los intereses argentinos. Se prefiere que las empresas de servicios públicos y transporte vuelvan o estén en manos argentinas (privadas o estatales). Esto, que siempre fue así en Brasil y en Estados Unidos, no lo era en la Argentina de los noventa.”

La ideología de los argentinos –dice Fraga– sufre esta ambigüedad, complejidad y contradicción. En los noventa, Argentina era el país que llevaba adelante el programa de privatizaciones más amplio del mundo, y apoyado por la opinión pública. Los triunfos de Menem en las elecciones del ’91, ’93, ’94 y ’95 lo confirman. En esta década, en cambio, se realiza el default más grande de la historia de América latina. Después de Venezuela y Bolivia, es el país que más empresas estatiza y es el país de la región que más admira a Fidel Castro. Lo paradójico es que ello sucede con el mismo partido en el gobierno, el peronismo, en el primer caso en su versión Menem, y en el segundo, en la de Kirchner.”

Doris Capurro piensa que “por un lado hay una tendencia mundial a la confusión ideológica desde que cayó el Muro de Berlín. Creo, sin embargo, que las ideologías están presentes, pero no son tan fácilmente identificables. En Argentina, particularmente, porque el peronismo es de derecha y de izquierda, al igual que el radicalismo”.


El país bipolar. Berenstein dice que “en general hay una idea de un pasado mejor al presente, creemos que Argentina era un país rico. Se idealiza mucho el pasado. Se dice que ahora no hay seguridad, pero ¿qué había desde la Noche de los Bastones Largos hasta el ’83? Argentina ha vivido una gran decadencia, frustración y fracaso. Se tienta con victorias pasajeras”.

Jorge Giacobbe, analista de opinión pública y consultor político, opina que “parece que nadie es responsable de nada de lo que pasa en el país. En los setenta se inició la lucha armada con un 4% de pobres y un 7% de desocupados. Y querían cambiar todo cuando era la situación económica ideal. Fue un gran error, y me incluyo dentro de esos que se equivocaron”.

Para Mora y Araujo, “no hay un ‘argentino prototípico’. Podemos decir quiénes son las personas más admiradas como Gardel, Evita, Maradona… Pero eso no es todo”.

Rosendo Fraga vuelve a lanzar sus opiniones como balazos, y dice que “los argentinos admiran el éxito, les gustan los ganadores. Vale para la economía, la política y el deporte. Pero por otro lado, nos encontramos con que nuestro libro nacional es el Martín Fierro, que es el fracaso del marginal rural, y el tango, que es el fracaso del marginal urbano, la música que nos simboliza ante el mundo. Se admira el éxito y el fracaso. Una gran cuestión a investigar”.

Para Doris Capurro, “hay pocos personajes a los que todos los argentinos admiran. Todos producen controversia. Maradona es Dios para unos y drogadicto para otros. El Che es un símbolo de justicia y libertad para unos, y símbolo de terrorismo para otros. Perón y Evita son santos para unos, y enemigos políticos para otros. Los argentinos tienen poca admiración por los políticos actuales y por los próceres de la historia. De todos los líderes de América latina, hoy admiran más a Lula. Y también ha creado un nuevo magnetismo Barack Obama”.


Corrupción, divino tesoro. “En todos los índices de corrupción, transparencia y calidad institucional, Argentina está entre los peores países de América latina. Las infracciones a las normas de tránsito muestran que se trata de una sociedad que tiende a ser transgresora –señala Fraga–. Pero al mismo tiempo, el argentino es fuertemente solidario en su núcleo familiar amplio. El argentino suele ser inescrupuloso en lo público, es decir, en relación con la norma y el Estado, pero a la vez muy cumplidor con familiares y amigos.” Mora y Araujo coincide: “Es un pueblo más inclinado a tratar de flotar que a salvar principios. Precisamente por esas ‘marcas genéticas’ vivimos en una balsa que hace agua muy a menudo. Aun así, hay algunos ‘principios’: ser amistoso, tratar bien al desconocido…”.

Doris Capurro sabe que es una situación desordenada. “No hay un pueblo, hay muchos. Hay un pueblo que es solidario, que tiene sentido de justicia, de equidad, de cuidado del bien común, de compromiso ciudadano. Y hay otro pueblo que vive cómodo en la creciente desigualdad social y que se enfurece cuando la seguridad se ve amenazada. Las crisis reiteradas de la Argentina han llevado al principio del ‘sálvese quien pueda’.”

Por eso, tal vez, los íconos que elige Rosendo Fraga “son tanto Maradona como Borges. El primero simboliza la faz transgresora y amoral, el segundo, la cultura universal y la sencillez. Pienso que los dos son íconos y que ambos representan acabadamente la complejidad, ambigüedad y contradicción de los argentinos”.

Esto mismo se manifestaría en una bipolaridad anímica para Fraga: “Suelen pasar de la euforia a la depresión. En determinados momentos se sienten los mejores del mundo y en otros los peores, y ello sucede en forma inmediata, no evolutiva”.

Doris Capurro opina que “sin duda, el fútbol y el tango son paradigmáticos entre los argentinos. Por lo tanto, Maradona y Gardel son íconos indiscutibles. Evita, a favor y en contra, es un ícono, aunque no simpaticen con el peronismo. Otro ícono es el mate, simboliza la capacidad de socializar. Otro es la Ciudad de Buenos Aires, Borges, Cortázar y Sábato. La Casa Rosada, el Colón, el Obelisco, los cafés, la avenida Corrientes”.

Para Karl Marx, la ideología era una construcción imaginaria, un sueño, residuos de la única realidad: la historia concreta de individuos concretos, materiales, produciendo materialmente su existencia.

Mora y Araujo dice: “Los argentinos se ven a sí mismos como poco alegres, poco cumplidores de la ley y amigables. Envidian la alegría de los brasileños y la legalidad de los sajones”.

Hoy ha bajado mucho la autoestima de los argentinos. Los argentinos somos ciclotímicos”, afirma Doris Capurro. Y agrega: “Como a la Cenicienta, la carroza se nos transforma en zapallo”.

¿Será la distancia que va desde un proyecto de vida a su realización? Esas bellas mentiras que nos contamos cada día.
Ser peronista o radical no significa nada


“Hay un sector de la sociedad, bien definido, que tiende a votar regularmente a candidatos peronistas: los más pobres –puntualiza Manuel Mora y Araujo–. Pero no es porque se consideran a sí mismo peronistas; es simplemente porque sólo los políticos peronistas hablan un lenguaje con el cual es posible comunicarse con la gente de esos sectores.”

Para Jorge Giacobbe, “hoy todo está relativizado. Ser de izquierda no significa no votar a Macri. La gente se está yendo de sus pertenencias históricas. Hay dos actitudes bien definidas: una lamenta la disolución de los partidos políticos; la otra todavía no encuentra la forma de fundar lo nuevo sin enterrar lo viejo. Pero la disolución es inevitable, el tema es cómo se transita este período”.

Ser peronista tampoco significa nada para Sergio Berenstein. “Está muy diluida la tradición, pero sigue siendo muy importante en las clases medianas bajas. La justicia social es una idea vinculada al mecanismo de salarios familiares, en líneas generales de una ilusión de protección desde el Estado. La imagen del radicalismo está más diluida aún, y se la relaciona a los derechos civiles y libertades públicas, derechos humanos. Pero en general, los partidos políticos se han mantenido como hace sesenta años. Partidos en serio, con alcance nacional, hay sólo dos. La prueba está en acordarse de lo que fue del Frepaso o de la Ucedé. No hay cambios súbitos.”

“Hay peronistas de derecha y de izquierda –argumenta Doris Capurro–. Peronistas cercanos al radicalismo y radicales cercanos al peronismo, desde el punto de vista de sus plataformas y de sus alianzas en la vida real. El peronismo y el radicalismo deben reinventarse, reposicionarse, dar un debate ideológico a fondo para permitir nuevos reagrupamientos políticos. Más de un 60% de los argentinos no simpatiza con ninguno, y los dos partidos más reconocidos siguen siendo el peronista y el radical, pero más por afinidades y pertenencias históricas que por verdadera adhesión a sus objetivos y valores actuales.”

No hay comentarios: